En Puerto Rico, la pelea de gallos es una de las tradiciones culturales más longevas desde su inserción en el siglo XVIII, (López Cantos, 1990: 240-255) y una cuya práctica es mejor conocida en la Isla. Para muchos es un deporte, para otros una tradición folclórica y otros lo consideran un maltrato hacia el animal. Sin embargo, dicha tradición, según Juan Llanes (2014: 4-8), recauda enormes cantidades de dinero al momento de realizarse dichos enfrentamientos. El gallo, desde su nacimiento, recibe múltiples atenciones por parte de su dueño, muy parecido al cuidado dado un animal doméstico o mascota. Empero, estos animales, aunque apreciados, no son mascotas. Forman parte de una cultura económica y poseen una importante valorización como intercambio o bien como mercancía. El examen bibliográfico también sugiere que este animal es principalmente uno descrito y considerado como un símbolo de masculinidad. Representando, por ejemplo, el duelo entre caballeros cuyo fin es demostrar su capacidad para el cuidado del animal y recibir a cambio honor y prestigio ante los espectadores de la batalla.
Las peleas de gallos han sido objeto de debate por su carácter violento y el sufrimiento que implica para los animales. Grupos defensores de los derechos animales argumentan que esta práctica constituye maltrato, ya que los gallos son entrenados para pelear hasta la muerte o lesiones graves. En muchos países y regiones se han prohibido, mientras que en otros continúan siendo legales bajo ciertas regulaciones. En Colombia, por ejemplo, son permitidas como manifestación cultural, aunque existe presión creciente para su abolición. La discusión enfrenta el respeto a la tradición con los avances en conciencia animal.
